miércoles, 15 de julio de 2015

TRABAJO FEMENINO DE ANTAÑO: LA SEVILLA QUE SE NOS FUE, X

Típica aula en los años 50 en nuestro país.



EL TRABAJO DE LA MUJER, I


Las mujeres de antaño en Sevilla, siempre han trabajado, no como fregonas, sino en muy diversas profesiones.

Fábrica de Tabacos, calle S. Fernando, donde había cigarreras de los diversos barrios, especialmente el de Triana. Fábrica de Cerillos, en el Husillo Real. Fábrica de contadores, en el Porvenir, Fábrica de Cerámica (Santa Ana, Ramos Rejano), orgullo  trianero, Cartuja, etc). Pirotecnia Militar , en la Enramadilla. Almacén de Intendencia, (costureras para hacer uniformes de soldados), en la Puerta de la Carne. También en la Fábrica de Maletas, en la calle San Vicente. Y muchas en el rol como telefonistas. En la artesanía de la seda había numerosas mujeres, en la fábrica de sedas de Faustino Martínez, en la calle Sorda, que hacían cintas de lazo, y también trabajaban mujeres en otra industria de artesanía textil muy importante, la Fábrica de la María, en la calle de este mismo nombre, junto a la Ronda de Capuchinos.

Además había numerosas dependientas principalmente en confiterías, panaderías, mercado de abastos, etc empleadas de oficina, desde que apareció la máquina de escribir, enfermeras, matronas, maestras de Primera Enseñanza en todos los colegios y grupos escolares. En la memoria de muchos sevillanos mayores están algunas maestras, (no podemos citar a todas), de gran prestigio y muy activas en la vida cultural sevillana, como conferenciantes, poetisas,  colaboradoras de periódicos, escritoras, como Dª Josefa Reina Puerto, Dª Amantina Cobos, Dª Pilar Grosso, Dª Elena Canel...



Allá por los años 1.930 aparecen en Sevilla diversos laboratorios farmacéuticos, emplearon a mujeres. Y fábrica de  aderezo de aceitunas.

El avance cultural  se fue notando con la llegada de la II República Española. Y desde la creación del Centro de Ampliación de Estudios en Madrid, y la Escuela Normal Superior, en Madrid, empezaron a verse lincenciadas y doctoras con carreras muy brillantes, entre ellas la célebre abogada malageña, Victoria Kent, la cual en los años 1.931 a 1936 destacaría en la política redactando el proyecto de reforma  los establecimientos penitenciarios y la Ley del Divorcio. La mujer adquirió por entonces unos derechos fundamentales que no tenían anteriormente.

También, avanzado el primer tercio del siglo XX hubo licenciadas en Medicina y Cirugía como la Dra. Andrea Carmona y la Dra. Felicidad Abril de Dios, esta última  en 1.936, estuvo prestando su humanitaria labor en los puestos de socorro en el Frente de Extremadura.

Entre las matronas más conocidas en Sevilla se puede contar la señora Holgado, que vivía en la Puerta Real, Dª Aurora, de la calle Miguel Carvajal, Dª Consuelo en Ronda de Capuchinos y Dª Dolores Fernández Gines, en la calle Feria, 185, (donde yo vivía), y fuí muy amiga de su hija, Reyes Ramírez Fernández, magnifica actriz de teatro costumbrista...

Sin embargo había otras muchas actividades en aquellos años, que hoy se han perdido. La costurera doméstica. Las telas antes no estaban tan reforzadas como hoy y se rompían antes. Como además eran caras, había que aprovecharlas al máximo, y eso era una importante labor doméstica, la reparación de desperfectos en las ropas.

Se hacían zurcidos para reparar los rotos pequeños, y se unían piezas para subsanar zonas desgastadas. En las camisas se ponían nuevos cuellos y puños, y se implantaban remiendos en los codos, en forma de parche de la misma tela o parecida. En los calzoncillos y pantalones se ponían culeras, o sea, parches cuadrados, pero si la prenda deteriodada se quedaba estrecha, se ponían "cuchillos", (tiras para ensanchar la prenda), especie de cuña.

En los calcetines, si se rompían por los dedos se ponía una pieza llamada puntera, y si se rompían por el talón se ponían taloneras.

Para evitar el deterioro  de la ropa, a los niños se les tenía siempre con un babero, de tela de crudillo o listillas, como los babis que usan los drogueros y algunos dependientes de comestibleses. Los
 escribientes, se desgastaban las mangas de la chaqueta, se solían poner unos manguitos de tela negra, de quita y pon en el trabajo.

Otra labor doméstica era el planchado de brillo con almidón, en los cuellos y camisas de hombre. Como no había lavadoras eléctricas y había que lavar a mano, las camisas llevaban el cuello y puños postizos, que era lo que se cambiaba a diario, y el resto se mudaba una vez por semana.

Aparte de estas reparaciones, las mujeres hacían prendas sencillas en su casa, como batas, falditas para las niñas, sábanas y fundas de almohadas, a las que se les ponían dobladillos en el borde, y generalmente vainicas en el embozo. No así en la de los niños que eran más simples.

Mi familia, antaño, compraba los tejidos en los Almacenes del Duque y en Las 7 Puertas y teníamos a nuestra costurera, Conchita, muy querida por nosotros, como si fuera de la familia.

A los niños se les vestía generalmente con prendas de los hermanos mayores, y también se aprovechaban los trajes usados del padre. Se solía aprovechar todo y para todos, nada se desperdiciaba, era una filosofía de vida.

Otro capítulo de trabajos domésticos eran las conservas y confituras. Todas las amas de casa preparaban jaleas, almíbares, frutas en dulce, pestiños para la Nochebuena, rosquillas de vino y anís, tortas de manteca, y para Semana Santa las célebres y riquísimas torrijas con miel. Nada de esto existía prefabricado, así que tenían que comprar la manteca en "pella" que es como sale del matadero, y elaborarla en casa, para preparar las tortas de manteca...