jueves, 17 de enero de 2013

LA SEVILLA QUE SE NOS FUE: V

BALCÓN SEVILLANO
PETRIL DE AZOTEA CON MACETAS

                                           CORRAL DE VECINOS, TRIANA, AÑOS 60


PATIOS Y FLORES DE SEVILLA

Sevilla, desde tiempo inmemorial había sido considerada por quienes la visitaron como un auténtico vergel. Ayudaban a darle este prestigio la suavidad de su clima que permite la renovación de flores en las cuatro disposiciones de las casa, por lo general, dotadas de patios, balcones, azoteas y ventanas, en donde poner macetas. Y en aquellos tiempos, historiando, las características de la vida, y la sociedad, sin tantas prisas, más familiar, sin otras solicitaciones para invertir el tiempo libre, y con un arraígado sentido hogareño.

Todo ello se unía para que las casas sevillanas, y las calles y plazuelas, mostrasen durante todo el año una abundante, selecta y cuidada ornamentación.

PARQUE DE MARÍA LUISA, SEVILLA

PATIO EN SEVILLA
VENTANA SEVILLANA
Las calles, eran mucho más anchas que ahora, pues el concepto de anchura no es jamás un término absoluto, sino comparativo, en relación con la altura de las casas, y con la densidad de vehículos y viandantes. Así muchas calles ostentaban el nombre de "ancha" lo que indica que el espíritu de los sevillanos estaba claro ese concepto de anchura de las vías urbanas. Así se decía: Calle Ancha de la Feria"; "Calle Ancha de San Vicente"; "Calle Ancha de San Martín", a la de Saavedras, etc. Estas calles estaban bordeadas de árboles, y así la de S. Vicente, hasta 1950 tenía dos hileras de acacias; en la parte alta de la Feria había frondosos naranjos ante la iglesia de San Juan de la Palma, y en otras muchas más. Las plazuelas tenían todas naranjos que en pleno invierno mostraban sus frutos de encendido color, y en primavera se cuajaban de blancas y olorosas flores de azahar, (el aroma de Sevilla en Semana Santa).                                                        

Además de los jardines públicos, Parque de María Luisa, Salón de Cristina, Jardines de Murillo y de Catalina de Ribera, los Jardines del Alcázar, y otros. Así el  Compás del Monasterio de S. Clemente, que cuidaban amorosamente sus porteros: Francisco Magaña y Dolores Moreno, personajes que los hermanos Álvarez Quintero copiaron el modelo de tipos populares sevillanos para sus comedias, y cuyo jardín pintó repetidas veces el insigne pintor, Joaquín Sorolla. Sevilla llegó a tener más de cincuenta conventos, todos con preciosos jardines.

En casi todos se vendían ramos de flores todo el año, y con esto las monjas de clausura obtenían una ayuda a su modesta economía. El jardín de S. Clemente era famoso no sólo por sus flores, sino por sus plantas medicinales, ya que las monjas habían permitido al farmacéutico de la calle Relator, D. Eloy Burgos, plantar allí un herbolario medicinal, el más importante de Sevilla.

Una curiosidad sevillana, casi increíble es que dentro de la ciudad había aún algunas huertas . En la calle Martínez Montañés, estaba la célebre "Huerta de los Perros" , hasta los años treinta...

PATIO DEL BARRIO DE SANTA CRUZ
Para el Conservatorio de Música, se buscó otro centro, ya que se quedó pequeño, y el naciente Ministerio de Educación, recomendó la Casa del Rey Moro, situada en la calle Sol, edificio que se había declarado monumental, por el mérito de la columnata alta de su patio interior, a pocos metros de la iglesia de S. Román.                                   

Había en Sevilla y aún hay, algunos jardines y viveros particulares dedicados a la venta de flores al público y Hermandades, siendo el más notable, el Jardín de la Santa Caridad,  frente a la puerta del Hospital del mismo título, jardín rodeado de alta verja de hierro, y que tenía en su interior la estatua de D. Miguel de Mañara, obra magnifica en bronce del escultor sevillano Antonio Susillo, otro jardín al lado de la iglesia de S. Hermenegildo, que sirvió de inspiración a los célebres autores Quintero, León y Quiroga, dándoles el tema para una famosísima canción titulada "Rosita de Capuchinos", que decía:

"Rosita de Capuchinos
vara de nardo y clavel
eres ramito más fino 
del jardín de mi querer.

¿Quién te pintó esas ojeras
en tu carita de rosa
quién te mandó que sufrieras
igual que una Dolorosa?

Te quiero sembrar de flores
la senda de tu camino
porque no quiero que llores
mi rosa de Capuchinos".

   Pero donde alcanzaba su máximo esplendor la Sevilla  florida no era en los jardines, sino en los patios de casas particulares, y en los Corrales de vecindad, especialmente en los de Triana.

Había miles de patios, porque todavía no se conocía la especulación. La mujer procuraba tener la casa embellecida con diversidad de preciosas macetas, desde el patio, balcón y azotea.,

La sevillana, viuda de D. Manuel Rodríguez Cabrera, que durante muchos años vivió en la calle Cardenal Spínola, 15, y que ganó muchos años el primer premio de exsorno de balcones (que convocaba el Ayto), cada primavera el concurso.

En el patio se ponían macetas de Geráneos de Sardina, (de varios colores). En sus paredes, se colgaban las Gitanillas, planta de la misma  familia que el geráneo, pero colgante, (más para patios y ventanas). Había dos clases de geráneos, uno con flores todo el año y otro sólo daba flores en primavera, blanco y rosa con pintas que se llaman "Geráneos del Premio". También en el patio se ponían la Begoña, de flor pequeña, color rosa muy delicada, y flores de gran lujo como las azucenas, trompetones y gladiolos, que necesitan mucho  sol  para desarrollarse, se criaban en macetones en azoteas, y solamente bajaban al patio en primavera en las semanas que duraba su flor.

En balcones y balaustrada de la azotea se ponían macetas de albahaca, miramelindos que da una flor de colores variados, en verano. Los populares claveles que tanta buena fama tienen en Sevilla se criaban en la azotea, y luego en su época de flor se ponían en balcones y patios para lucirlos.

Si en el patio había un rincón con sol abundante, se ponía un macetón o barril de madera pintado de verde, con una planta de jazmín que se hacía trepar por las las columnas del patio y que perfumaba las noches de verano. Tan penetrante y agradable es su aroma que en Sevilla, se ha acuñado un verbo que no está en el idioma español, y que es el de "trasminar", es decir, el olor a jazmines que traspasa el aire.

JAZMINES
                                                 

Si el patio tenía poco sol, o estaba cubierto con montera de cristales se decoraba con las propias a su ambiente: pilistras, helechos, esparragueras...para dar una nota de color distinto, se bajaban de la azotea algunas macetas con flores y estaban una semana, cambiando por otras, así se llevaban una semana en el patio y el resto en la azotea.

Los Corrales de vecindad, estaban muy frondosos y cuidados, no tenían muchas flores de "lujo", pero eran preciosas y alegres gitanillas, jazmines, claveles, geráneos y por supuesto, la Dama de Noche. Las barandillas de la galería alta estaban cuajaditas de plantas colgantes, por lo general, gitanillas que derramaban generosamente sus hojas y flores hacía el patio festoneando todo su entorno.

CRUZ DE MAYO EN CORRAL DE VECINOS
Entre los corrales de vencidad de Sevilla destacaban por su abundancia de flores el Corral del Conde en la calle Santiago, el Corral de las Mercedes en calle Bailén, y los de calle Dueñas, y calle Vírgenes. Hasta los años 75-80 eran el tipo de vivienda popular y habitual entre los sevillanos, y estaban por toda la ciudad, especialmente en el Barrio de Triana, hasta que apareció la feroz especulación y dejaron que se cayeran toda una forma entrañable de convivencia. Hubiera sido todo un acierto hacer unas mejoras higiénicas en aquellas viviendas y haber conservado una tradición y características con sabor a Barrio y buena convivencia.                                                    

Las flores eran protaginistas en los adornos de las célebre Cruces de Mayo Sevillanas. En patios y corrales se erigía la Cruz, que se revestía completamente de flores, y se rodeaba de macetas. A su alrededor se reunían los jóvenes y  los maduritos para cantar y bailar, constituyendo una especie de verbena. Esto se hacía en cientos de casas en la ciudad, era una fiesta durante los sábados y domingos del mes de mayo. Las más lucidas, generalmente, eran en los corrales de vecindad, se ponían cadenetas y farolillos de feria, y con poquito dinero se hacían maravillas. Se hacía limonada, sangría, se costeaba cobrando a todo el que entraba para lo cual se solía poner junto a la puerta a una abuela sentada en una silla de enea ante una mesa en la que se ponía una batea en la que iban echando el dinero los visitante, y así los muchachos iban de una Cruz a otra recorriendo el barrio, visitando amigos, tomando refrescos y divirtiendose  todo el mundo sanamente.

Las Cruces de Mayo en la noche primaveral, animaban Sevilla entera con el rumor de la música de pianillos, guitarras, palmas y castañuelas, y en su florido ambiente se iniciaban los idilios amorosos de las mocitas y mocitos de la vecindad. Ello  inspiró a poetas y músicos, como pude apreciarse en esta conocidísima canción:

 El mocito parose tras la cancela
contemplando la hermosa fiesta gitana
preguntóle a mi madre ¿qué es eso abuela?
-¡La mejor Cruz de mayo que hay en Triana!-

Derramó en la batea cuanto tenía
y metiose pa el patio mú desidío.

Lucerito de la noche
me dijo al verme bailar
eres de luz un derroche
quién te pudiera robar
lucerito de la noche

Cruz de Mayo sevillana
Cruz de Mayo que en mi patio levanté
¡Quién pudiera verte ahora
como laa primera vez!


Cruz de Mayo sevillana...

Esta canción es una de las más bellas páginas musicales del inmortal músico sevillano Manuel Font de Anta, (autor también de la célebre marcha procesional "Amargura", himno de la Semana Santa sevillana), y  fue popularizada en los escenarios de toda España por la gran Mercedes Serós, siendo la letra de un magnifico poeta popular, Salvador Valverde, inolvidble.

Las flores acompañaban al sevillano en las calles, plazas, y en su casa, fuera cual fuese su situación social, desde la encopetada azucena, hasta el humilde geráneo del patio de corral de vecinos. Flores en balcones, azoteas, ventanas, asomándose a la calle con sus pinceladas multicolores y alegres, perfumando el ambiente en los atardeceres tíbios de primavera y en las cálidas noches de verano. 
ALAMEDA DE HÉRCULES


Hoy Sevilla ha perdido bastante en eso. Hay plazas convertidas en aparcamientos, o reducido el espacio  para el exsorno, donde no se pude pasear recreandose en la vista de las flores...casas convertidas en colmenas, frecuentemente, no hay ya la intimidad de la azotea particular, pero tampoco la vida comunitaria del entrañable patio de vecindad donde todos convivían y del que todos se sentían orgullosos.  Los actos vándalicos que destrozan...

Cuidemos lo que tenemos todavía, sobre todo, respetemos y defendamos el Patrimonio e intentemos recuperar los balcones y ventanas, tomemos conciencia de la belleza y de la vida.

Sevilla, la ciudad cuajada de flores que cantaron  los poetas y celebraron los visitantes, ha perdido parte de sus flores, que eran su más bella y alegre sonrisa...esa es la Sevilla que se nos fue... 




Geráneos, celindas rosas,
Miramelindos, donpredros:
Macetas en el brocal.

Flores que cumplir condena
tras la prisión de estos hierros,
¿Cuál ha sido vuestro mal?

  
José María Pemán. 

  

 



 

.Fotos: Internet.